viernes, 23 de diciembre de 2011

La nariz de San José

23 de diciembre. Como en todas las familias es un día de preparativos para la Navidad. En el Centro de Estudios también tuvimos hoy un día dedicado a trabajitos varios: poner adornos de Navidad, unos; cortar el pasto, otros. A mí “me tocó”, por la mañana, limpiar unas de las escaleras del edificio donde vivo y, por la tarde, preparar unas habitaciones para unos huéspedes que vendrán en los próximos días.

El espíritu navideño se siente ya en los corazones, se ve en los rostros y, de vez en cuando, se escucha en algún hermano que pasa tarareando un villancico… En esto pensaba hace unas horas, mientras limpiaba mis escaleras. 120 escalones con sus correspondientes descansos cada diez; barandales, puertas, ventanas; polvo, más polvo y telarañas (en algún momento pensé que eran el pretérito adorno de Halloween).

Hacia el final, tras algo más de hora y media de subir y bajar (o mejor, bajar y subir, porque se empieza siempre desde arriba), llegué a la última parte: trapear (o mopear, como prefieren decir algunos). Y trapear implica agua; y agua implica mojar; y mojar implica que, si alguien pasa, te echa las cosas a perder…
Y sí, pasaron varios… en casa somos más de 300, por lo que es comprensible que haya gente que tenga que subir y bajar, por diferentes motivos, con escasos intervalos. Y esto es lo que me interesa compartir: unos, viendo que estabas trapeando, se regresaban y subían por otras escaleras, aunque les implicara más vuelta; otros, se disculpaban y pasaban de puntitas, como diciendo: “qué pena, perdón, no me queda de otra”; otros más ni cuenta se daban; pero había algunos que te veían, analizaban el piso, te volvían a ver y pasaban como si tal cosa, como diciendo: “hala, que has escogido un mal momento para trapear” o “pues ni modo, bro, a mí también me ha pasado”.

Yo no sabía si reírme o llorar (o si aventarle el trapeador, lo que hubiera sido más natural en mi forma de ser). Pero como estamos de espíritu navideño, me sonreí, seguí trapeando y pensé escribir esta reflexión.

Navidad: tiempo de paz, de amor, de corazoncitos, de colores bonitos, de regalos, de esferitas y lucecitas. Pero en la Navidad hay que acordarse también de la nariz de San José. Esa pobre nariz golpeada varias veces por puertas que se cerraban al pedir posada. No debió haber sido tan coloreada la primera Navidad de San José. Pero no se quejó, y por eso (bueno, no sólo por eso) es Santo.

De mi mañana de limpiador-de-escaleras saqué un propósito para estas fiestas de Navidad: a nivel pasivo, acordarme de la nariz de San José cuando haya inconvenientes, desacuerdos, y ese tipo de situaciones (típicas, por lo demás, de toda familia). Y a nivel activo, buscar no herir las narices de los sanjosés que me rodean.

¡Que tengan una muy feliz Navidad y un año nuevo lleno de las bendiciones de Dios!

1 comentario:

  1. Me gusta... Feliz Navidad Alfredo!!!! Se te lee a gusto. No dejes de avisarme cuando publiques algo!

    ResponderEliminar