domingo, 1 de abril de 2012

Tacos al pastor en el Domingo de Ramos

El día de hoy festejamos la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, entrada de Mesías y de Rey, aclamado por el pueblo. Podemos imaginar a los discípulos – nos decía el Sacerdote en la Santa Misa – felices, orgullosos, triunfantes también ellos. Se estaba cumpliendo aquello que tanto habían deseado: la liberación de Israel. Veían a su Maestro, aquél por quien habían dejado todo, siendo aclamado y vitoreado por la multitud. ¡Qué buen día para ser discípulo de Jesús!

Pero sólo cuatro días más tarde los veremos dormidos, huyendo, temblorosos. Y es que la vida cristiana, la vida-en-Dios, ni es siempre fácil ni es siempre gratificante. Seguir a Cristo es hermoso, pero todo lo que vale cuesta. Si te ofrecen unos tacos al pastor de a tres por un peso, ¿te los comprarías? – me gusta preguntar a los muchachos – La respuesta suele ser “no”; a ese precio seguramente son de pastor… alemán. Todo lo que vale, cuesta; y lo que cuesta, generalmente, es porque vale.

El dolor, el sufrimiento, son parte de nuestra existencia humana. No hay manera ni de evitarlos ni de sustraerse a ellos. Pero hay una diferencia entre sufrir por sufrir y sufrir por amor. O sufrir con sentido. Nunca se ha escuchado a una auténtica madre quejarse de las exigencias que le causan sus hijos; nunca se ha escuchado a un auténtico enamorado quejarse de las exigencias de su amor.

Mi invitación en este día y en los próximos días de la Semana Santa es que le demos un sentido a esos sufrimientos – pequeños o grandes – que nos trae la vida de cada día. Sólo el Ser Humano es capaz de dar sentido, de ofrecer, de ganar con el sufrimiento; de hacer de él moneda de salvación personal y de muchas otras personas.

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