jueves, 5 de abril de 2012

Espadas y orejas

Definitivamente San Pedro era pescador. Eso, o Malco tenía muy buenos reflejos. Pero como era de noche, en medio del huerto y nadie se esperaba un ataque – y menos el siervo del Sumo Sacerdote –, me inclino más por la primera opción. El arte de manejar la espada no se le daba a Simón Pedro.

Siempre me ha impresionado la figura de San Pedro, tan lleno de cualidades y de notorios defectos… es capaz de pasar, en una sola noche, de un “¡Aunque tenga que morir contigo, no te abandonaré!” a un “¡No le conozco!”. Y esto pasando por unos ojos cargados de sueño, una espada y una oreja cortada, una fuga forzada y una persecución de espía…

Pienso que Cristo, al elegir a Pedro, lo eligió así como era; es más, lo eligió precisamente por cómo era. Con sus grandes cualidades y con sus muchos defectos. Un hombre como todos nosotros: un cóctel de cualidades y defectos: cualidades que hay que aprovechar y defectos que hay que… ¡aprovechar también! Y es que  Jesús nos quiere, nos ama – muere por nosotros – así como somos.

Y esto es un gran consuelo y debe sernos de gran ánimo. No importa que nuestras cualidades con la espada no nos den más que para cortar una oreja… A pesar de todo, ¡Él murió por nosotros!

¿Qué más podríamos necesitar?

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