sábado, 31 de diciembre de 2011

Un abrazo… para mí

31 de diciembre. No tenía pensado publicar aquí hasta dentro de algunos días, pero el día de hoy escuché una imagen que expresa bastante bien una idea que ha estado revoloteando constantemente en mi mente en esta octava de Navidad, que mañana termina. Una idea muy sencilla, pero de una gran profundidad espiritual, de un gran papel fundacional de toda vida-en-Dios.

Buena parte de los Niños Jesús que contemplamos en estos días en nuestros Nacimientos y en las tarjetas que recibimos (al menos en aquellas que no han olvidado al Festejado, quedándose en el árbol y la estrella, o en el burro y el buey), tienen los bracitos abiertos. Jesús Niño tiene, en estas representaciones, los bracitos extendidos en un ademán de abrazo. De la misma manera que los brazos maduros del Salvador, en la Cruz, se abrirán dramáticos como queriendo abarcar en ese abrazo los cuatro puntos cardinales. Pero da la impresión de que el mundo entero le queda grande a ese Niñito del pesebre. Da la impresión de que no está ahí para todo el mundo, sino para mí solo (y para mí sólo). In propria venit et sui non eum receperunt (Jn. 1).



El Jesús del pesebre busca en cada uno de nosotros un amor personal, quiere de nosotros un estar con Él. Y como estar es siempre seguir estando, quiere nuestra amistad. Amistad con todas sus letras y sus implicaciones, no la “amistad” diluida de algunas nuevas terminologías. Amistad que es confianza, que es conocimiento, que es muy especialmente cercanía, cariño y diálogo.

Sobre el diálogo con Dios publicaré una nota aquí en unos días más, de momento, quiero sólo apuntar una frase, para que nos quedemos con ella: “[Jesucristo,] como Creador, conoce hasta las más íntimas fibras de nuestro ser; como Salvador, conoce todas nuestras faltas, debilidades y pecados; pero como Amigo, quiere que se las contemos”.

¡Muy feliz año 2012!

viernes, 23 de diciembre de 2011

La nariz de San José

23 de diciembre. Como en todas las familias es un día de preparativos para la Navidad. En el Centro de Estudios también tuvimos hoy un día dedicado a trabajitos varios: poner adornos de Navidad, unos; cortar el pasto, otros. A mí “me tocó”, por la mañana, limpiar unas de las escaleras del edificio donde vivo y, por la tarde, preparar unas habitaciones para unos huéspedes que vendrán en los próximos días.

El espíritu navideño se siente ya en los corazones, se ve en los rostros y, de vez en cuando, se escucha en algún hermano que pasa tarareando un villancico… En esto pensaba hace unas horas, mientras limpiaba mis escaleras. 120 escalones con sus correspondientes descansos cada diez; barandales, puertas, ventanas; polvo, más polvo y telarañas (en algún momento pensé que eran el pretérito adorno de Halloween).

Hacia el final, tras algo más de hora y media de subir y bajar (o mejor, bajar y subir, porque se empieza siempre desde arriba), llegué a la última parte: trapear (o mopear, como prefieren decir algunos). Y trapear implica agua; y agua implica mojar; y mojar implica que, si alguien pasa, te echa las cosas a perder…
Y sí, pasaron varios… en casa somos más de 300, por lo que es comprensible que haya gente que tenga que subir y bajar, por diferentes motivos, con escasos intervalos. Y esto es lo que me interesa compartir: unos, viendo que estabas trapeando, se regresaban y subían por otras escaleras, aunque les implicara más vuelta; otros, se disculpaban y pasaban de puntitas, como diciendo: “qué pena, perdón, no me queda de otra”; otros más ni cuenta se daban; pero había algunos que te veían, analizaban el piso, te volvían a ver y pasaban como si tal cosa, como diciendo: “hala, que has escogido un mal momento para trapear” o “pues ni modo, bro, a mí también me ha pasado”.

Yo no sabía si reírme o llorar (o si aventarle el trapeador, lo que hubiera sido más natural en mi forma de ser). Pero como estamos de espíritu navideño, me sonreí, seguí trapeando y pensé escribir esta reflexión.

Navidad: tiempo de paz, de amor, de corazoncitos, de colores bonitos, de regalos, de esferitas y lucecitas. Pero en la Navidad hay que acordarse también de la nariz de San José. Esa pobre nariz golpeada varias veces por puertas que se cerraban al pedir posada. No debió haber sido tan coloreada la primera Navidad de San José. Pero no se quejó, y por eso (bueno, no sólo por eso) es Santo.

De mi mañana de limpiador-de-escaleras saqué un propósito para estas fiestas de Navidad: a nivel pasivo, acordarme de la nariz de San José cuando haya inconvenientes, desacuerdos, y ese tipo de situaciones (típicas, por lo demás, de toda familia). Y a nivel activo, buscar no herir las narices de los sanjosés que me rodean.

¡Que tengan una muy feliz Navidad y un año nuevo lleno de las bendiciones de Dios!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ordenación Sacerdotal

Hace más de tres años que no escribo poesía. De hecho, en los tres últimos años he escrito bien poco, inmerso como estaba en actividades pastorales de otro tipo. Ayer por la noche, sin embargo, busqué entre mis archivos un folletito con algunas – las menos indignas – de mis producciones poéticas. Pasé varias páginas hasta encontrar lo que buscaba:

Hoy celebro, Jesús, por vez primera
tu Holocausto de Amor: tu Eucaristía;
hoy me abrazo a tu Cruz, que es, Vida mía,
fuente de amor, de gracia y primavera.

Has sido Tú quien alumbró la espera,
quien sostuvo la fe cuando caía.
Hoy eres Tú quien a clavarme envía
del árbol frondoso en la madera.

Y cuando eleve en mis manos tu Trigo
y levante en el cáliz tu Vino,
eres Tú, mi Señor, quien vendrá;

eres Tú, buen Jesús, quien está,
en tu Sangre y tu Cuerpo divino.
Eres Tú. Tú por mí y yo Contigo.


El día de hoy serán ordenados (habrán sido ya ordenados cuando lean estas líneas) 49 diáconos legionarios de Cristo. Con muchos de ellos me ha tocado convivir directamente en los años pasados y me da mucha alegría verlos llegar a este momento tan anhelado de la Ordenación Sacerdotal.

Cierto que la ordenación no es la meta, antes al contrario es el comienzo de una vida de amor y de servicio; pero sí es una meta, un objetivo, una especie de check-point en la vida de estos hermanos. Por eso me alegro por ellos y con ellos, rezo por su fidelidad sacerdotal y, también, muero un poco de envidia…

(Aquí están las historias y testimonio de los nuevos Sacerdotes: http://www.regnumchristi.org/multimedia/interactivos/ordenaciones/esp )

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Por qué un blog?

Albus Dumbledore, nos cuenta J. K. Rowling, cuando tenía que dar unas palabras en un evento importante, como la cena de bienvenida a un nuevo curso, decía eso: unas palabras: “zanahorias, caracoles, estrellas, varita mágica, azul, cebollas…”. Puede parecer una broma rayando en lo ridículo y la locura, y efectivamente como tal la tenían algunos de los nuevos alumnos de Hogwards. Pero cuando has tenido esa experiencia en carne propia – de querer hablar y no acertar sino a balbucir palabras – lo comprendes y hasta lo valoras reverentemente.

¡Cuántas veces ante tantas experiencias y situaciones de nuestra vida, ante conversaciones importantes, ante momentos de reflexión y oración, vienen a nuestra mente palabras – conceptos – que no acertamos a expresar en palabras! Rubén Darío, gran poeta latinoamericano, se refería a esta experiencia en la Introducción Sinfónica a sus Rimas: “Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo”.

Me he debatido largamente entre el lanzar, o no, este blog. Al final me he decidido a hacerlo con la intención de compartir algunas de esas pocas ideas que logran expresarse en unas páginas. ¿Por qué un blog? Porque hay ideas que me gustaría compartir y, ¿quién sabe?, tal vez a alguien le puedan servir en su camino personal hacia Dios. Bastaría un beneficiario para que este esfuerzo (que es también un pequeño gusto) valiera ampliamente la pena.

En las entradas de este blog hablaré de temas bastante variados, pero aunados por eso que podría llamarse, recordando el magistral libro-entrevista del entonces Card. Ratzinger, Dios y el mundo. O si esto nos suena muy general, Dios y yo, o mejor Dios en mi vida, y todavía mejor Mi vida en Dios.